El Nido es una reflexión sobre la aleatoriedad del nacimiento y el miedo arraigado en el acto de sobrevivir. Construido con alambre de concertina oxidado, el nido es una cuna hostil que no ofrece ni consuelo ni seguridad. En su interior, tres dados descansan precariamente, simbolizando la Naturaleza arbitraria del lugar de nacimiento y del destino.

Algunos nacen en el calor, en un suave lecho de plumas. Otros, en bordes afilados, barreras y exclusión. Los dados, un juego de azar, evocan la lotería del nacimiento, el destino impredecible que determina si uno es acogido con seguridad o se ve obligado a vivir una vida de lucha.

El miedo no es un concepto abstracto en esta pieza; está arraigado en su propia estructura. El metal afilado, corroído por el tiempo, sugiere dolor, restricción y peligro, evocando la realidad de quienes nacen en entornos donde el miedo es inmediato, donde la huida se convierte en una necesidad. El Nido es a la vez un comienzo y una prisión, un recordatorio de que, para muchos, la vida comienza no con promesas, sino con peligros.